“Después de anoche tengo que seguir enredándola. Es la mujer
ideal para mis planes, pero tengo que ir con cuidado de no espantarla, de no
alejarla de mí. Aunque justamente esa sensación de peligro, que sé que ella
tiene, hincha las velas de mi proyecto. ELLA es inteligente, despierta y muy,
muy hermosa, y tiene ganas de conocer sus límites. ¿Por qué yo no habría de
“ayudarla”? “
Hoy es fiesta y el día luce espléndido. Mirando a través de
los grandes ventanales de The River Café,
un restaurante italiano precioso a
orillas del Támesis, John desgrana sus pensamientos sobre Eme, sobre su estrategia
con ella. Está seguro que esa velada desestabilizadora “a la japonesa” le ha
encantado, que su lascivo beso no ha sido suficiente. Para él tampoco. A pesar
de sus motivos, de sus planes particulares para con la chica, hay algo en ella
que le arranca una sonrisa, que le hace desear oírla, verla de nuevo. Busca su
número en el móvil.
-Hola, Eme. How do you
do?
Ella no acostumbra a coger llamadas de números que no
identifica. Es una buena costumbre. Pero esta vez algo le ha impelido a
hacerlo. ¿Por qué?
-Hola, John. Estoy muy bien, gracias. Nos vemos luego para
unos detalles de trabajo, ¿verdad? –le tiembla todo mientras contesta, y
sonríe. Como una tonta. Desearía decirle que le encantó la cita de la pasada
noche. Que ahora querría más que una reunión…
-Claro. Pero no te llamaba para recordártelo. Quisiera
hacerte otra propuesta –lanza Essol, y se queda tan fresco.
-Si se parece a la de ayer, necesito descansar. Además,
llevo unos días tan intensos, tan diferentes, que no me concentro. Dame tiempo,
¿te parece? Me divertí mucho anoche, de veras. Pero estoy agotada.
-Precisamente, cariño, quería que te relajaras. Quizás ayer
fueron demasiadas emociones de golpe. Ya te dije que hago lo posible para que
las personas que trabajan conmigo se sientan como, o mejor, que en casa. Pero
nos excedimos un poco. Debes perdonarnos: sólo deseamos gustarte. Porque nos
gustas. Me gustas…
Eme se ha quedado muda. Le late el corazón a mil. Se le ha
comido la lengua el gato. Tiene que decir algo: -Me lo pasé muy bien, ya te lo
he dicho. Dime, John, ¿qué idea tienes en la cabeza?
“Así debo ser: educado, amable, desconcertante también.
Ahora lo veo aún más claro. ELLA me desea, necesita más. Así que voy a darle lo
que quiere, pero a mi ritmo. La mejor manera: una de cal y otra de arena. De
momento, ayer hubo cal, deseos recién descubiertos, momentos
desestabilizadores, sentimientos encontrados… Eme se dejó llevar, a pesar de no
estar segura de nada. Cual bella marioneta. A la que hay que cuidar para que no
se rompan los hilos que la unen a ti.“
-Una idea tengo, y es deliciosa. Conozco uno de los mejores
restaurantes británicos de esta ciudad, The Rib Room. Destila
refinamiento inglés y está muy bien situado, en la planta baja del hotel
Jumeirah Carlton Tower.
La excelente carne es de ternera Angus de Aberdeen; las ostras y el marisco se
traen frescos de Lock Fyne en Escocia. Reservo, te paso a buscar y tú sólo
tienes que estar estupenda y dispuesta a disfrutar. ¿Qué dices?
- Que sí, por supuesto. Como anoche, lo presentas todo tan
bien que es difícil resistirse. Hablamos de la hora después –esto dice Eme,
mientras se muere por saber por qué John ha elegido un restaurante en el mismo
edificio de un hotel. ¿Es porque el establecimiento es uno de los buenos y a él
sólo le va lo mejor? ¿O la razón radica en lo que se está oliendo ella? Y si es
así, ¿se quedará quieta? Preguntas, siempre demasiadas preguntas sin respuesta…
¡Cómo echa en falta a su amiga!
-De acuerdo –dice triunfante Essol–. Como tú digas.
Él mira de nuevo tras los cristales, pero esta vez desde muy
alto. Observa la gran Luna en silencio, saboreando lo ocurrido y envuelto en
una gran manta. Su pelo está despeinado y recuerda.
No para de recordar. A través del olor dulce que invade la
habitación, no deja de rememorar momento a momento: la buena, y preciosa,
compañía; la exquisita cena de delicados aromas y mejores texturas en el centro
de Londres, a vista de pájaro del río que surca la ciudad; la nueva propuesta
planteada a Eme, o sea, quedarse con él esa noche, y su mirada de gata
diciéndole que sí; la mágica suite de este hotel, con soberbias panorámicas del
skyline londinense; su boca sedosa, los besos locos; el aliento entrecortado; las manos que no
saben dónde posarse de tanto que hay por tocar, por explorar; los ojos cerrados,
dejándose arrastrar, y también bien abiertos, en impaciente expectativa; las palabras
a media voz y los gemidos incontrolables; las ganas de acabar y que no acabe
nunca; el temblor y el éxtasis…
“Hoy ha sido arena y nos ha gustado. Tengo que pensar en la
próxima batalla, y toca cal.”
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