Me duele la cabeza. Apenas soy capaz de contextualizar la situación en la que me encuentro con este redoble de tambores. ¿Pueden dejar de sonar todos a la vez? Intento abrir los ojos y concentrar mi mirada en algún punto. El ejercicio resulta inútil. Decido incorporarme y al hacerlo sobre mis muñecas siento un extraño e inusual dolor en ellas. Me rozan con la ropa que, por cierto, no identifico. ¿Dónde estoy y por qué voy vestida así, con un kimono de seda rojo? Levanto ligeramente una de las amplias mangas y descubro asustada hematomas en mi antebrazo. Instintivamente me los presiono y el daño que me ocasiona me arranca un quejido. Curioso efecto paralizador el que provoca el miedo: me quedo rígida ante dantesca imagen.
Necesito respuestas a preguntas que ni siquiera sé formular.
Doblo el esfuerzo como si fuera una apuesta y me centro en permitir que la sangre vuelva a circular por mis venas, después de haberse congelado del pánico. Parece que gano la primera mano y empiezan a desentumecerse mis piernas.
¡Mis tobillos! Miro la parte interna de ellos con sorpresa. ¿Qué es esta marca? Parece un pétalo de flor junto a una palabra que desconozco “Shunga” pero…¿qué COÑO significa ésto? ¡¡¡¡Otra vez al congelador!!!! Y ahora creo que me quedaré por siempre jamás…
No entiendo nada…
Lo bueno del desconcierto sin sentido, y sobre todo sin el común, es que me cabrea tanto que resulta vapuleante. Un jarro de agua fría, si lo hubiera dicho Sabela. Una buena hostia en toda la cara, según mi interpretación.
¡Hasta aquí!.
En un esfuerzo colosal consigo erguir mi pobre figura humana, poniendo mis pies descalzos en un suelo frío como el mármol. Consigo mantenerme así menos tiempo del que se tarda en hacer una vuelta rápida en un Gran Premio de Fórmula 1. (Exactamente 1:39.506). Caigo desplomada en la especie de “lecho a lo tatami” que hay en la estancia. Con el impacto, noto la ausencia de un colchón de plumas como el que mi dolorido cuerpo merece.
La tarrombada alcanza el cénit de su programa de fiestas. Me imagino una escena digna de un guión de Tarantino: mi cabeza explotando por la presión y mis sesos (esos que forman parte del “coco” y que tanto se “comen” algunas) impregnando las paredes de la habitación.
El miedo avanza varias casillas anulando mi capacidad de raciocinio y decisión. Empiezo a estar rígida de nuevo y a sentir un frío extremo. Por fortuna, descubro una especie de manta sedosa que logro alcanzar y que utilizo para rodearme el cuerpo.
La primera imagen que soy capaz de recuperar, como quien recupera la conciencia después de un periodo en coma es la de Sabela.
¡Sabela! ¿Dónde estás? ¿Por qué no estás a mi lado, como siempre lo has estado, calmando mi pánico? ¿Cuándo nos separamos tú y yo? ¿Por qué me he despertado sola en este lugar desconocido y tuneada como una…Geisha?
¡¡¡Sí!!! ¡¡¡Eso es…una GEISHA!!!!
Como un latigazo viene a mí uno de los últimos momentos vividos horas antes. Me veo acompañada, ahora sí lo recuerdo bien, de Mr. Avery y Mr. Essol…
…Un grupo de tres mujeres japonesas, a cual más bella, se acercó al lugar donde nos encontrábamos. Arrodillándose ante mí me invitaron a acicalarme como una Geisha, una más entre ellas. Mis dos acompañantes celebraron esa iniciativa y me animaron a secundarla. Nunca me he caracterizado por ser apocada o temerosa, al revés. Adoro el riesgo, los retos y la adrenalina que ambos desprenden. Así que accedí sin reparos y, en un guiño seductor, les desafié a que me identificaran una vez regresara, totalmente customizada. Seguí los discretos pasos de esas mujeres observando cada uno de sus movimientos para incorporarlo en mi particular representación. Estuve casi una hora entre las atenciones de las japonesas.
Me desnudaron, asearon y perfumaron mientras canturreaban una melodía totalmente desconocida para mí que, lo confieso, otorgaba a la escena una carga sensual muy intensa. En el maquillaje se recrearon especialmente. Me extendieron una base de aceite en la cara y cuello para, después, aplicarme unos polvos blancos. Me taparon las cejas con ese mismo maquillaje para luego dibujármelas finas con un lápiz negro. Los labios me los maquillaron con carmín rojo cereza. Con un pincel fino los perfilaron para rebajar su tamaño y hacerlos más pequeños de lo que son en realidad. Dibujaron con ellos una forma redondeada, como un pétalo de flor. Me aplicaron azúcar para darles brillo. La nuca me la dejaron sin maquillar para resaltar esta zona que, me contó una de ellas, a los japoneses les parece muy erótica. Me dejaron una W pintada como día especial que era. En los ojos utilizaron un lápiz color negro y sombra color rosáceo. La intención era reflejar en mi rostro occidental el ideal de belleza en Japón: piel blanca y boca pequeña. Para finalizar me ataviaron con un kimono de seda rojo y estampado de flores blancas que me pareció una delicia. Salí peinada con un moño alto y un par de palillos como toque final.
Recuerdo el instante en que mis dos acompañantes varones me vieron desfilar a su encuentro. Mr. Avery esbozó una sonrisa complaciente, mientras que Mr. Essol me atravesó con una mirada lasciva. Tanta fue su intensidad que llegué a estremecerme antes de preguntarles si les parecía una Geisha con acento catalán en Londres o una catalana afín a la Corona Británica, hecha Geisha.
El resultado satisfizo mucho a John Essol quien, en su primera intervención, me invitó a una bebida especial. Se había levantado a buscarla personalmente y extendiéndome la mano me la ofreció.
_ Vas a tener que hacer dos cosas en primer lugar. Una antes de beberla y otra después.
Le miré con los ojos bien abiertos, como hipnotizada por dicha proposición.
_Antes del primer sorbo debes cerrar los ojos y poner las manos detrás de tu espalda. Una de estas mujeres te las sujetará. Te acercaré la copa y cuando sientas el vaho que desprende el frío cerca de tus labios, deberás abrirlos ligeramente. Yo me encargaré de voltear la copa para que el licor penetre en tu boca. Una vez tengas el líquido allí, no lo tragues inmediatamente y responde a tus instintos, sea cuáles sean. ¿De acuerdo?
_ De acuerdo. Contesté como excitada y embaucada.
Cerré los ojos y puse mis manos detrás de mi espalda como me indicó. Sentí los suaves y finos dedos de una de las geishas sobre mis muñecas. A pesar de esa delicadeza, me agarró con suficiente fuerza y me inmovilizó. John me acercó la copa en algún momento y cuando sentí el frío vaho entreabrí mi boca. Un líquido igual de frío me inundó el paladar y ahogó mi lengua.
Lo que pasó cuando tuve la bebida fue que unos labios, calientes, sensuales y con apetito, vinieron a absorberla.
Eran los labios de John Essol.
Abrí los ojos lentamente con un único deseo. El de repetir.
Páginas
London Blogging Night
¡Hola!
El relato con el que inauguramos esta aventura se tituló London Bloggin Night y es una historia de amistad con todos los ingredientes de una novela de intriga: una desaparición misteriosa, un personaje siniestro, pasiones, miedos e incertidumbres. Puedes encontrar los 47 capítulos en el archivo.
Ahora iniciamos una Isla de Relatos (casi perversa) donde intentaremos contar historias que os evadan un rato, a la vez que os provoquen. Queremos que paséis un tiempo, sea el que sea, pero que sea memorable.
Patricia & Isabel
El relato con el que inauguramos esta aventura se tituló London Bloggin Night y es una historia de amistad con todos los ingredientes de una novela de intriga: una desaparición misteriosa, un personaje siniestro, pasiones, miedos e incertidumbres. Puedes encontrar los 47 capítulos en el archivo.
Ahora iniciamos una Isla de Relatos (casi perversa) donde intentaremos contar historias que os evadan un rato, a la vez que os provoquen. Queremos que paséis un tiempo, sea el que sea, pero que sea memorable.
Patricia & Isabel
No hay comentarios:
Publicar un comentario