London Blogging Night

¡Hola!


El relato con el que inauguramos esta aventura se tituló London Bloggin Night y es una historia de amistad con todos los ingredientes de una novela de intriga: una desaparición misteriosa, un personaje siniestro, pasiones, miedos e incertidumbres. Puedes encontrar los 47 capítulos en el archivo.


Ahora iniciamos una Isla de Relatos (casi perversa) donde intentaremos contar historias que os evadan un rato, a la vez que os provoquen. Queremos que paséis un tiempo, sea el que sea, pero que sea memorable.



Patricia & Isabel


jueves, 17 de septiembre de 2015

Capítulo 47 y final: Eme y Sabela; Sabela y Eme: capicúa de amistad

Poseer algo te permite decir en algún momento que no lo tienes. La belleza, por ejemplo. En Eme era tan evidente, que podía decirle alguna vez que hacía mala cara, y las palabras resbalaban en el aire como si éste fuera de mármol pulido. La salud, en mi caso. Yo, que normalmente disfrutaba de una salud envidiable, podía permitirme el lujo de decir un día que no me sentía bien. Por contra, ese mensaje, por raro e inusual que pareciera, tampoco provocaba demasiado interés general.
Como ese día de noviembre, que apenas levantaba la vista unos centímetros por encima de mi nariz y el mundo se ponía a girar como una noria. Llamé a la agencia, marcando el número corto de mi jefa pero no me contestó, así que dejé el recado al lince de la recepción: 23 años, guapo y pijo por igual, con una agenda más concurrida que el Camp Nou un día de Champions y, literalmente, hijo de papá. Había regresado de Londres con un master de dirección de empresas en la maleta y su padre, dueño de uno de los grupos de comunicación a los cuales pertenecíamos, le había dicho que para triunfar hay que empezar desde abajo. Lo que no le decía, su papá, es que su sueldo no sería precisamente de los que empezaba por abajo.
Confiada en que el pipiolo transmitiría mi estado, silencié dispositivos y me sumergí entre el edredón y mis sueños. No sé bien por qué, pero en el mundo onírico yo nunca aparecía enferma, destrozada o perjudicada, más bien al contrario, me ensalzaba como una diosa salvadora, protagonista buena de la historia o sueño en cuestión. Tres horas más tarde recuperé la conciencia aunque no me sentía mucho mejor. Intenté comer algo pero las arcadas me lo impedían. Enfoqué la vista en el móvil como pude y tras un esfuerzo maratoniano conseguí distinguir siete llamadas perdidas de mi amiga policía Cristina Ruiz. Sólo podía llamarme porque tenía noticias sobre el caso de Eme así que corrí directa al baño a vomitar mi angustia como aperitivo.
- ¿Dónde te habías metido Sabela? ¡Te he estado llamando toda la mañana!
- Sí, Cris, acabo de verlo. Lo siento. Estoy enferma y me he quedado en casa, aislándome del mundo. ¿Sabes algo?
- Sí, tenemos a Eme, Sab. La hemos localizado y en breve llegará a casa.
Un silencio desértico ocupó la línea. - ¿Sabela? ¿Estás ahí?



2 años y 3 meses. Ese era el tiempo que me había perdido a Eme, sin saber nada de ella, sin vivir nada con ella. No había perdido la esperanza de encontrarla jamás, pero no me esperaba hacerlo hoy. Justamente hoy, ¡mareada como estaba!

- Sí, estoy aquí Cris! ¿Estás segura de lo que dices? ¿Eme está localizada? ¿Y va a venir a casa? ¡¡¡Hoy no puedo ver a Eme!!! ¡No estoy lista, no estoy preparada! no estoy en este mundo!!!! Siempre ha sido igual, ella y su particular don de la oportunidad. Cuando ella quiere y decide, se presenta y hace que cambiemos todos nuestros planes. Me encuentro mal y ¡no quiero verla!
La inspectora Cristina Ruiz dejó por un momento su uniforme de lado y, haciéndose valer de nuestros lazos de amistad me cortó en seco. - Sabela, ¡basta!. Voy a contártelo todo, tranquilízate y prepárate para escuchar cosas que no te van a gustar. Probablemente llegará en un vuelo a primera hora de la mañana pero antes quiero explicarte cómo está y a quién te encontrarás. La imagen de Eme tal y como la recuerdas puede ser distinta de la que en realidad es. No tienes que salir de casa. Iré yo a cuidarte. Seguro que llevas sin comer unas cuantas horas. Tranquilízate amiga. Ahora voy.
Escuchar esas palabras calmó mi llanto. Apenas pude esbozar un "Gracias Cris. Siento haber reaccionado así. Tengo tantas ganas de verla como de pegarle por no haber vuelto de Londres conmigo". Sabía que mi reacción había sido fruto de la tensión acumulada durante estos 823 días sin ella, pero me odié por ello. 

Cristina llegó mucho más tarde. Supongo que en su calidad de "psicoamiga" quiso dejarme un tiempo para digerir la noticia y eliminar las toxinas que podía generar ese proceso. Cuando la vi, ya era capaz de agradecerle todo el esfuerzo que había hecho en la investigación, mucha parte de la cual había transcurrido en la clandestinidad, sin el apoyo ni recursos de su propio departamento. Me hizo tomar asiento y beber unas hierbas con efecto relajante, antes de empezar el “había una vez en el infierno”.
- Sabela, Eme está bien. La hemos visto en fotos y está bien de salud, pero no es la misma. Su cara transmite todo el drama que ha sufrido y su cuerpo se ha convertido en el molde de su calvario. Ha estado 2 años y 3 meses retenida y obligada a prostituirse en círculos exclusivos de artistas, políticos, banqueros... Imagínatelo. Ha sido trasladada de continente en continente, al menos nos constan tres, para no dejar rastro y poder satisfacer todas las demandas. La red de tráfico de género que la captó la dirige una mafia del este de Europa, capitaneada por una tal Ludmilla. Los servicios de inteligencia de Europa están a la búsqueda y captura de los principales miembros de esa red.
No podía imaginar a Eme, protagonista indiscutible de todas las historias más fantásticas y deseables, viviendo ese infierno. No quería pensar en el sometimiento tan asqueroso. Estaba petrificada y dominada por el terror que me provocaba esa historia. Cristina continuó. - Eme no ha sido la responsable de nada de lo que le ha pasado, Sabela. No la culpabilices. Todo estaba planeado previamente por alguien a quien conoces bien y, sobretodo, conocía ella: su amigo de juventud, su compañero de piso, Guille. Él fue quien ideó el encuentro en el Hotel Me de Londres con un tal Stephen Avery, mano derecha de Ludmilla. Los detalles te los puedo ir dando pero me interesa que sepas algo muy importante. Durante este periplo, Eme se quedó embarazada y dio a luz a una niña. Se llama Sol. Gracias a ella, los planes que tenían para Eme cambiaron y hemos podido localizarlas.
- ¡Una niña! ¿Eme es madre? ¿Y qué edad tiene? No debe ser muy mayor - pregunté. No. Creo que tiene meses. Es un bebé que crecerá rodeado de un ambiente sano a partir de ahora. Cristina continuó respondiendo a mis preguntas durante horas hasta que la noche se nos tiró encima. Podría abrazar a Eme en cuestión de horas. No quería escuchar más.

21 de noviembre de 2015.
Me levanté sin apenas haberme acostado. Seguía con las mismas náuseas. Pensé que estaría perdiendo la salud esa de la que presumía, cuestión de la edad. Me daba igual. Podía perder cualquier cosa siempre y cuando ganara a Eme de nuevo. Me vestí por inercia. Recogí como pude la casa y me preparé para salir. Cuando estaba en el tercer escalón de la escalera no sabía hacia dónde debía dirigirme. Volví a casa y me senté en la butaca herencia de mi abuela que recién había tapizado. Previamente pasé por el baño para vomitar. Puñeteras náuseas. Me estaban dando la lata y no me dejaban pensar. ¿Dónde se supone que tengo que ir a recoger a Eme? ¿Por qué no le pregunté a Cristina a qué hora y dónde?.
Otra vez al baño y así periódicamente cinco visitas más hasta que en la última tirada de la cadena escuché el llanto de un bebé en la escalera. Mis vecinos eran 7: un anciano, una familia de mediana edad con un hijo adolescente y tres estudiantes que compartían piso. O tenían la visita de algún familiar o era yo a la que venían a ver. - Sabela, ¿estás ahí? Era la voz aguda e inconfundible de Eme y ese llanto de bebé el de su hija Sol. Abrí la puerta temblando. Temblaba tanto que hasta mareé a mis propias náuseas.
Y la vi. Allí plantada, cadavérica perdida y con una expresión en la cara que le endurecía sus antaño dulces facciones. Sol dejó de llorar en cuanto me vio, diría que impresionada por el maniquí en que me había convertido. Apenas respiraba y de no hacerlo dos segundos más, podría haber caído muerta. Otro cadáver más en el rellano de la escalera. Sólo que el de Eme, al menos, respiraba.
Eme siempre había sido más valiente y lanzada que yo. Inconsciente diría. Pero la verdad es que el primer paso siempre lo daba ella y yo, fiel y sensata, la seguía por donde fuera. Esta vez no fue así. En ese momento reaccioné yo cogiendo en brazos a Sol que seguía mirándome con curiosidad. La besé en la frente con un amor que emanó de pronto de mis entrañas y que me resultaba totalmente nuevo. Ella estaba tranquila en mis brazos. Entonces fue Eme la que se adelantó y me rodeó como pudo. Había perdido masa ósea pero la intensidad de sus sentimientos no entendía de volúmenes. Nos quedamos así, sin hablar, diciéndonoslo todo. Ese silencio contenía más palabras que una wikipedia.

23 de noviembre de 2015
Eme llevaba dos días recuperándose en una especie de hospital-residencia a la que yo acudía a visitarle mañana, tarde y noche. Había pedido unos días en la agencia, lo que le dio la oportunidad al lince de recepción de subir un poco más de categoría y hacerme de secretario. Esa tarde del 23 me desmayé a las puertas de la habitación de Eme y saltaron todas las alarmas. Al haber más enfermeros que enfermos me atendieron rápidamente y dieron el diagnóstico con mayor celeridad aún. Estaba embarazada de 13 semanas. Todo iba bien pero debía hacer algo de reposo. Pensé en que debía hablar con Marcus y dejarnos ya de dudar.

2015 y en adelante
Eme y Sabela, juntas de nuevo, capicúa de amistad.



Fin.

1 comentario:

  1. Me ha encantado, chicas, aunque hubiese preferido que no acabase, jeje

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