London Blogging Night

¡Hola!


El relato con el que inauguramos esta aventura se tituló London Bloggin Night y es una historia de amistad con todos los ingredientes de una novela de intriga: una desaparición misteriosa, un personaje siniestro, pasiones, miedos e incertidumbres. Puedes encontrar los 47 capítulos en el archivo.


Ahora iniciamos una Isla de Relatos (casi perversa) donde intentaremos contar historias que os evadan un rato, a la vez que os provoquen. Queremos que paséis un tiempo, sea el que sea, pero que sea memorable.



Patricia & Isabel


domingo, 23 de agosto de 2015

Capítulo 46: La recta final

_ Les tenemos, teniente. Lo hemos logrado juntos: no habría sido igual sin ti. Y no me olvido de Víctor, tu hacker preferido, al que, por cierto, le mando mis saludos más efusivos. Su contribución localizando el vídeo para la “promoción” de Eme mediante el rastreo de correos electrónicos ha sido crucial. Me recuerda a los resolutivos personajes de la película “Sneakers” (Los fisgones), de 1992, que cuenta con un reparto de lujo, en el que destaca Robert Redford, como un genio de los ordenadores con un pasado extraño, Ben Kingsley o Sidney Poitier. Le darás las gracias de mi parte al chaval, ¿verdad?
Al otro lado del teléfono, Raúl Estévez sonríe satisfecho. El oficial de policía de la División de Cooperación Internacional cuenta con dos motivos más para cenar de nuevo con la detective Cristina Ruiz: la inminente resolución del caso que tienen “a medias” y la amabilidad de su compañera, quien siempre que ambos colaboran se deshace en agradecimientos.
La verdad es que me los merezco –se ufana para sí el teniente– y, además, me encanta trabajar con ella. -Cristina, ya sabes que es un placer compartir casos contigo, y más si me halagas. En cuanto a mi jovencísimo supertécnico informático, le transmitiré tus comentarios, por supuesto. Y no se te ocurra “robármelo”, ¿ok?
_ Desde luego, ese no es el objetivo de la detective en estos momentos, sino ir a pillar al resto de los malos. El viento hincha las velas a su favor después del careo de hace unas horas entre Guille, “el Ruin”, y el potencial nuevo cliente de la banda –que ya ni es “potencial” ni “cliente”, sino un cómplice más que ha babeado mirando las imágenes de Eme por Internet. Aterrorizado con la idea que a su esposa le descubrieran el pastel en el que se iba a pringar, el “cliente” ha cantado como un canario. Y al “amiguito” de Eme se le han acabado los argumentos, y también los negocios. Otro que ha desembuchado cual si fuera un loro…



En cuanto la fiscal Martín firme la orden de búsqueda y captura del trío Ludmila-Stephen-John y recuperemos a la chica –recapitula Cristina– la historia tendrá su final feliz. Y colorín, colorado, ¡este cuento se habrá acabado!
Como cada vez que cumple su deber, la mujer policía se planta ante la ventana de su oficina –lo mejor de la estancia– y hace recuento, en una especie de evasión relajante, del trabajo realizado, de los errores cometidos durante el proceso y, claro está, de los aciertos. A veces, la balanza se equilibra; otras, no. Pero, tanto en el primer caso como en el segundo, sabe que cuenta con un gran equipo humano para afrontar lo que venga. Y está convencida de algo más: que, en cada ocasión, hace lo que puede, no escatima esfuerzos para meter entre rejas a los desaprensivos. Como al falso Guille. 

Lástima que, contra la debilidad humana, nunca hay ni habrá suficientes recursos –reflexiona Cristina. Sacude la cabeza para ahuyentar ese último pensamiento negativo, le da la espalda a la ventana liberadora ante la que cada vez da carpetazo a sus trabajos y se encamina a la puerta. Una buena taza de café es lo único que ahora necesita para aguardar el final definitivo de la historia de sus amigas Eme y Sabela.

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