Seguida de Stephen, que le acaba de ceder el paso como el galante caballero que es, Eme aparece en escena. El brillo de los negros ojos de John han intensificado su mirada oscura de una manera inexplicable, convirtiendo sus rasgos en un cielo repleto de nubes cargadas de lluvia. ¿Cómo puede un rostro iluminarse y ensombrecerse a la vez? El espectador entendido diría que en Essol, el extravagante e imaginativo galerista de la White Cube, ese fenómeno es habitual. Pero para Eme esos ojos pendientes de ella tienen una cualidad contra natura. Se sonroja hasta la raíz de los cabellos sin poder evitarlo y esquiva como puede la mirada de ese hombre, una mirada que no trae nada bueno, que atrae hacia el abismo, que te empuja a hacer lo que no sabes que quieres hacer...
-Stephen, lo tuyo no tiene perdón. ¿Cómo has podido robármela tanto rato?
-Antes de tomarnos nuestro delicioso Nespresso te propuse acompañarnos, si te apetecía, cuando terminaras el trabajo. Y has hecho caso omiso, John. Así que ahora no te lamentes.
-¿Has visto cómo me trata, Eme? Dirá que tengo olfato para los negocios y que descubro una joya entre la paja, pero no dejo de ser su subordinado. ¿Verdad que salta a la vista? Casi que os voy a proponer algo que va a superar el dichoso ‘momento café’ que me acabo de perder y del que me habéis excluido.
Eme se regocija con esta conversación. Aun tan distintos físicamente, y en calidad de empleado-subordinado, ella los ve muy parecidos: ambiciosos, provocadores, sofisticados, inteligentes y misteriosos. Cada uno con su estilo, pero extrañamente familiares. Retándose continuamente el uno al otro, como si tuvieran algo que demostrarse. Luchadores hasta por el asunto más nimio, incluso hasta por aquello que no sabríamos entender desde fuera por más que nos esforzáramos. La batalla diaria e imprescindible de un tándem de eternos rivales.
-John, estoy deseando que hagas tu oferta. Y estoy segura que tu jefe se apunta a un bombardeo, con toda esa energía que gasta-. ¿Me equivoco? –pregunta Eme, dirigiéndose esta vez a Stephen. Y el maduro cincuentón se limita a afirmar con la cabeza y con una sonrisa de oreja a oreja, encantado de secundarla. De hecho, lo estaba deseando.
Ahora quien se relame es el excéntrico “buscador de tesoros” de arte. Él sabe de las ganas de nuevas experiencias que tiene la atrevida morena, él sabe llevar el ascua a su sardina cuando le conviene, él sabe cuánto subyuga lo atrevido, lo desconocido, lo que está por descubrir. Él sabe.
-De acuerdo, chicos. A veces en la vida te encuentras en un recodo del camino con alguien que te conoce muy bien sin haberte visto nunca antes, o con alguna situación que cambia la percepción de ti mismo o de la que los demás tienen de ti. Todos hemos vivido momentos que marcan un cambio de tercio en nuestra vida o que hacen variar en nosotros lo que ya sabíamos equivocado pero no nos decidíamos a modificar. Quién sabe si, después de esta noche, los que estamos en esta estancia seremos distintos. O no. Depende de nosotros.
-Con esa presentación apenas puedo esperar a que nos cuentes tu plan. ¿A dónde nos llevas? –inquiere Eme con extrema curiosidad.
-Primero, a cenar, por supuesto. Y no a cualquier sitio. Stephen estará de acuerdo conmigo en que un buen lugar es el Gordon Ramsey, en el lujoso hotel Claridge, para auténticos sibaritas y en un entorno soberbio. En compañía de mi jefe no es necesario que vayamos de etiqueta, puesto que –y eso creo que ya lo sabes- a él se le abren todas las… puertas… (John está en su ambiente, enroscándose en el cerebro de su víctima, rodeándola con su sonrisa y sus rasgos extraños).
-Y después, con las necesidades básicas cubiertas de forma exquisita- continúa Essol, estrechando lazos y observando intensamente a Eme-, nos encaminaremos a Coburg Bar, local exclusivo para relajarnos y conocernos mutuamente antes de ponernos a trabajar en nuestro proyecto común. Nunca me he sentido cómodo haciendo realidad una idea en un entorno hostil. Me gusta ser amigo de mis colegas en una empresa para un objetivo común. Y a mi jefe también.
Mira Eme a John con la expectación y el interés que éste esperaba. A su vez, John no puede dejar de sonreír. Alea jacta est.La suerte está echada.
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London Blogging Night
¡Hola!
El relato con el que inauguramos esta aventura se tituló London Bloggin Night y es una historia de amistad con todos los ingredientes de una novela de intriga: una desaparición misteriosa, un personaje siniestro, pasiones, miedos e incertidumbres. Puedes encontrar los 47 capítulos en el archivo.
Ahora iniciamos una Isla de Relatos (casi perversa) donde intentaremos contar historias que os evadan un rato, a la vez que os provoquen. Queremos que paséis un tiempo, sea el que sea, pero que sea memorable.
Patricia & Isabel
El relato con el que inauguramos esta aventura se tituló London Bloggin Night y es una historia de amistad con todos los ingredientes de una novela de intriga: una desaparición misteriosa, un personaje siniestro, pasiones, miedos e incertidumbres. Puedes encontrar los 47 capítulos en el archivo.
Ahora iniciamos una Isla de Relatos (casi perversa) donde intentaremos contar historias que os evadan un rato, a la vez que os provoquen. Queremos que paséis un tiempo, sea el que sea, pero que sea memorable.
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