London Blogging Night

¡Hola!


El relato con el que inauguramos esta aventura se tituló London Bloggin Night y es una historia de amistad con todos los ingredientes de una novela de intriga: una desaparición misteriosa, un personaje siniestro, pasiones, miedos e incertidumbres. Puedes encontrar los 47 capítulos en el archivo.


Ahora iniciamos una Isla de Relatos (casi perversa) donde intentaremos contar historias que os evadan un rato, a la vez que os provoquen. Queremos que paséis un tiempo, sea el que sea, pero que sea memorable.



Patricia & Isabel


lunes, 17 de junio de 2013

Capítulo 19: El frío es para el verano

Habían pasado ya dos días desde mi último intento de comunicar con Eme y decidí que ya era el momento de volverlo a hacer. Si la paciencia es la madre de la ciencia, yo era indiscutiblemente de letras.
Después de comerme las uñas hasta la cutícula marqué el número de mi mejor amiga, Eme.

“Este número ha sido anulado por su propietario. Sentimos las molestias”.

Habrían podido sobrevivir muchos caricaturistas de haberme captado en ese instante. Sufrí una parálisis facial al escuchar de nuevo ese maldito y, por otro lado inexplicable mensaje. Eme, la persona que ponía en entredicho cualquier adicción, hasta el punto de menospreciar a las personas que las padecían, era una “móvildependiente” hasta la médula. Si fuera un robot, tendría cables de fibra óptica en lugar de venas, y Terabytes por segundo corriendo por ellas en lugar de leucocitos y plaquetas. Como no podía concebir lo que estaba ocurriendo, tomé la determinación de acudir a alguien más y averiguar si sabían algo de ella.

Estando Guille, su compañero de piso, en Milán, no me quedaba otra alternativa que contactar con su familia.



Eme era hija única. Nació en el seno de una familia bien, formada por unos padres de los que se miran porque se encuentran, no porque se buscan. Su madre era la persona más altiva que jamás había conocido. Su padre, un personaje tan reservado que costaba atribuirle un perfil. Los conocía desde que Eme sopló sus primeras velas de vida sobre un pastel encargado por su cuidadora Lana. Jamás se había preocupado nadie más que Lana de los detalles que adornan la infancia y adolescencia de una niña. Lana era quien redactaba de su puño y letra las invitaciones que Eme distribuiría entre sus compañeros de clase para sus fiestas. Lana era quien engalanaba la casa con globos y guirnaldas en cada celebración. Lana era quien escuchaba los llantos de Eme cuando se sentía una niña sin padres normales a los que retar, con los que gritar. Los padres que le había tocado a Eme tenían una única misión y ésta era la de convertirla en la persona más titulada del cementerio. El triunfo vital lo atribuían a los kilos de papel enmarcado que pueden llegar a pesar los diplomas y derivados, por lo que desde muy niña Eme pasó por todas las escuelas en las que se obtenía uno previo pago de una considerable suma de dinero por la matrícula. Llegué a pensar que sus padres tomaban las decisiones referentes a la formación de Eme basándose en la clasificación académica de la prestigiosa Universidad de Jiao Tong de Shanghai, China. Cierto era que Eme se había convertido en una buenísima profesional, que hablaba a la perfección inglés, francés e italiano. Cierto era que su formación académica bien podría valerle una distinción a la más laureada, pero por encima y sobre todos los reconocimientos, Eme era brillante per sé.

Con el paso de los años, al llegar a ese punto de inflexión en el que un hijo opta conscientemente por cortar el cordón umbilical con sus padres, Eme decidió cubrir con sábanas blancas imaginarias todos los títulos conseguidos como si fueran muebles de valor que quieres conservar pero no utilizar. Cerró con llave una habitación virtual con sus diplomas académicos y decidió seguir los impulsos de una de sus grandes pasiones, el arte. Del arte, en cualquiera de sus dimensiones, viviría. Ella transmitía al mundo cualquier cosa que considerase arte y juntas, intentábamos construir en la gente imágenes mentales de lo que eran puras descripciones racionales. Era una visión más romántica de las cosas, lo que resultaba totalmente inútil a los ojos de Néstor y Beatriz, los padres de Eme.

_ ¿Beatriz? Soy Sabela, ¿cómo estáis? ¡Cuánto tiempo sin hablar contigo!. _ La cortesía es el saludo que mejor disimula la hipocresía.

Odio con toda mi alma términos como los de “reina” o “querida”, que atribuyo a un tono arrogante de la persona que los usa. Como no podría ser de otra forma, Beatriz se sirvió de uno de ellos para contestarme con el mismo falso decoro.

_ Sabela, querida, Néstor y yo bien, gracias. ¿A qué debemos tu llamada?

_ Verás, me preguntaba si habíais hablado recientemente con Eme. Creo que debe tener algún problema con su móvil porque intento contactar con ella y no lo consigo. Hace casi tres semanas que no tengo noticias suyas y quizá ella se ha puesto en contacto con vosotros.

_ Pues no. Lo último que supimos de Eme es que rechazó hace más de un mes una estancia de verano en la University College London y que la cambió por una cosa de las que hacéis vosotras. Me contó algo de que íbais a un hotel de Londres,...¿el Me? ¿Verdad?

_ Sí, Beatriz. Y esa “cosa que hacemos nosotras”, se llama comunicación. Algo muy necesario en estas épocas, ¿no te parece?._ No iba bien por ahí, era consciente, pero esta mujer me provocaba y no conseguía mantenerme al margen. _ Pero bueno... pues nada... Si habláis con ella por casualidad, le decís que intento hacerlo yo también, vale? Muchas gracias.

Así, sin un resquicio de preocupación, oí sus “de nada”. Recordé las veces en las que “Eme quinceañera” había llegado a mi casa, después de tres días sin pasar por la suya, deseando oírme decir que sus padres estaban desesperados buscándola. Recordé esa mirada instigadora, fijada en la mía, esperando reflejar el rostro de unos padres preocupados, que recurren a la mejor amiga de su hija para encontrarla.

Había utilizado el comodín de la llamada con la persona equivocada, pero no iba a rendirme sin más. Estaba “oficialmente” preocupada por Eme. El enfado, al que siguió la sinrazón, se había convertido en inquietud y desasosiego. No sabía nada de Eme desde hacía casi tres semanas y no se me ocurría una manera de pasar los días más incompleta que esa.

Estés donde estés Eme, estés con quién estés, voy a buscarte y te encontraré. No lo creo, lo sé. Porque entre tú y yo, las miradas no se cruzan por casualidad. Se buscan por voluntad.

Necesitaba pensar en una estrategia, trazar un plan. Había aprendido de la vida que el frío apacigua los males y favorece las decisiones, así que salí de casa sin rumbo pero con un fin. Costaba que los 30 grados de las 13 h se llevaran consigo mi malestar, cuando sonó en mi móvil “Land of hope and dreams”.

Era Marcus. Todo iba a estar bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario