London Blogging Night

¡Hola!


El relato con el que inauguramos esta aventura se tituló London Bloggin Night y es una historia de amistad con todos los ingredientes de una novela de intriga: una desaparición misteriosa, un personaje siniestro, pasiones, miedos e incertidumbres. Puedes encontrar los 47 capítulos en el archivo.


Ahora iniciamos una Isla de Relatos (casi perversa) donde intentaremos contar historias que os evadan un rato, a la vez que os provoquen. Queremos que paséis un tiempo, sea el que sea, pero que sea memorable.



Patricia & Isabel


domingo, 28 de julio de 2013

Capítulo 21: La voluntad ajena

Siempre he creído más en las causalidades que en las casualidades, en que las cosas pasan para algo y no por algo como si fueran simples accidentes en los que nuestra consciencia o inconsciencia no tuvieran nada que ver. Abandonarse a la corriente del destino es entregarse a la idea de que lo que nos ocurre no es fruto de nuestra voluntad y estoy totalmente en contra de adoptar un papel sumiso en la secuencia de acontecimientos de la vida.

Es por ello que estar en Nueva York, sintiéndome totalmente embriagada y custodiada por sus icónicos rascacielos, impregnada de su aroma artístico mezcolanza de culturas, seducida por su carácter palpitante, no era más que el universo probable que resultaba de mis elecciones. Después de un periodo de infancia y adolescencia, que de haberse pintado habría sido cubista por sus colores (gris, verde, marrón), decidí que mientras el sol hiciera el cambio de guardia con la luna, viviría intensamente hasta obtener la combinación más vibrante en mi paleta. Iba a darle a mi vida un tono intenso, una luminosidad pura y el brillo propio de un haz de luz cegador.

Llevaba un mes haciendo más que pruebas cromáticas. Había pasado por Londres, viajado hasta la Gran Manzana, conocido a tres marchantes de arte, experimentado el deseo más animal disfrazada de Geisha y dejado atrás el uso del color más puro y auténtico, Sabela. Lo que empezó siendo un fin de semana de trabajo con mi gran amiga, en el Hotel Me de la capital británica, había pasado a convertirse en una vuelta al mundo en 80 días, donde lo único que me pesaba era la carga de mi conciencia por no haber dado explicaciones a Sabela. Todo lo que llevaba encima era una maleta, firma “Mary Poppins”, llena de las cosas más variopintas y vacía de las más superfluas.

Para ser sincera, quería demostrarle a Sab que podía apañármelas sin su custodia compartida y despertar su lado más oscuro invocando la envidia que podía provocarle mi gran aventura. Estaba poseída por un sentimiento de rebeldía ante la sensatez de Sabela. Quería sentarme frente a ella, una vez concluyera mi periplo, y empachar sus celos con anécdotas indigestas. Quería su reconocimiento, su admiración. Quería ver en sus ojos ese brillo que no puede disimularse cuando se trata de iluminar el amor y respeto que sientes por lo que estás viendo.

Nuestra comunicación se había cortado después de mi intento conciliador y sentía que era ella quien debía dar el siguiente paso. He de reconocer que el orgullo ha sido una constante en mi personalidad. Le he entregado demasiadas veces los mandos de mi vida y en ocasiones con un desagradable destino final. Sin embargo no aprendía y volvía a confiarle, una vez más, la dirección de mis actos. Hoy sé que maldito sea el orgullo que todo lo tiñe de una parálisis ineficaz.

Volví en mí, aterrizando de mi vuelo de pensamientos, al escuchar la voz de nuestro nuevo acompañante, Tony.

_ Parece que has visto algo que te ha dejado ensimismada.

_ Sí. La imagen de esa espalda femenina… me ha recordado a una amiga. Tiene la misma elegancia que ella… ¿Quién es?





_ Una mujer que pasó hace algún tiempo por aquí, adueñándose de mi inspiración. La has captado bien, su porte logra traspasar el reposo de la pintura, ¿no crees?

_ Cierto… Hay imágenes de calma que te agitan en silencio. 

_ Así fue…efectivamente. Con Anna, así se llamaba mi musa, era difícil transmitir el sosiego cuando lo que me provocaba era bullicio.

_ Lo entiendo… Y deduzco que ese caldo ya se enfrió...

_ Uy, sí… Anna siguió su rumbo en busca de nuevas miradas a las que engatusar. Por otro lado, yo no soy de los que cultiva la inspiración monotemática…

Su tono sarcástico me generó cierta incomodidad que debió ser bastante evidente porque inmediatamente me sacó de ahí preguntándome por mi relación con John y Stephen. En ese momento, mientras ellos se dirigían al despacho de Tony, yo me sentí por unos segundos indefensa. Resultaba curiosa de mi personalidad esa dualidad tan acentuada entre la seguridad e inseguridad. Entre el amparo y desamparo me separaba un mero comentario, un escenario nuevo, un traspié emocional que me situaba en unos instantes en lo más alto de las cimas para lanzarme a continuación al vacío de las profundidades.

Cogió el testigo Stephen quien, como siempre tan sagaz, había decodificado mi expresión de agobio y escuchado mi grito sordo de “sálvame”.

_ Eme nos acompaña porque le hemos propuesto que colabore con nosotros. Queremos posicionar nuestra galería en Londres como el rincón de talentos artísticos emergentes, jóvenes y disruptivos. Estamos, como se dice vulgarmente, “cazando talentos” por todo el mundo y nos acompaña para dar fe de ello en una especie de “documental”.

_ ¿Algo así como el documental de “Springsteen & I?. Preguntó Tony.

_ Bueno…algo así. Llegar a convertirse en toda una especie de “banda sonora” de las galerías de arte más reconocidas del mundo por la calidad de sus exposiciones no nos importaría nada… Bromeó desde el fondo del despacho John_ Un referente como el “boss” Bruce lo es para multitud de largometrajes.

Tras un largo intercambio floral, que llegó hasta a atragantárseme, quedó como que yo era una especie de sanguijuela comunicativa, experta eso sí, adherida como una lapa a esos dos personajes y que, de resultas de nuestros 80 días de vueltas por el mundo tendría suficiente material como para producir y crear una historia nueva para la White Cube, la galería de arte que regentaban… La distribución del cuento, en pantallas táctiles o no, en dispositivos inteligentes o no, en salas grandes o no…vendría después del “Había una vez…” en que debía concentrarme ahora.

Entre datos y muestras gráficas pasamos el día. Encerrados en el endogámico mundo de los artistas, aprendí los trending topics de la cultura, los fenómenos que se avecinaban, los nombres propios que más sonaban. Asistí a una pura negociación de honorarios que, ante mi sorpresa, utilizó términos y tretas muy similares a las de Sabela (en nuestro caso la que interpretaba siempre ese papel).

Nada, absolutamente nada, me hizo sospechar de los entresijos que se fraguaban en esas conversaciones realmente. La habilidad de los negociadores, o mi ceguera era tal que no me percaté en ningún momento de que cuando decían “artista”, se referían a mí; de que donde señalaban “promoción”, querían decir “explotación”; de que cuando compartían grandes carcajadas de satisfacción, coincidían en la misma imagen sucia y de sumisión que conlleva doblegar la voluntad individual. Estaba tan impregnada de la adrenalina de la curiosidad y tan concentrada en no perderme la información más relevante, que obvié por completo mi capacidad de interpretación de los datos. No supe descifrar los mensajes. Confié en las fuentes sin analizar ni contrastar lo que estaba escuchando. Me dejé llevar por la corriente, arrastrada por la voluntad ajena, traicionando mis más profundas convicciones. Le di vacaciones a mi voluntad. Y el resultado fue que otros decidieron por mí.

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