London Blogging Night

¡Hola!


El relato con el que inauguramos esta aventura se tituló London Bloggin Night y es una historia de amistad con todos los ingredientes de una novela de intriga: una desaparición misteriosa, un personaje siniestro, pasiones, miedos e incertidumbres. Puedes encontrar los 47 capítulos en el archivo.


Ahora iniciamos una Isla de Relatos (casi perversa) donde intentaremos contar historias que os evadan un rato, a la vez que os provoquen. Queremos que paséis un tiempo, sea el que sea, pero que sea memorable.



Patricia & Isabel


sábado, 17 de agosto de 2013

Capítulo 22: Sábado de luz

Un día para el disfrute. Se lo merecían, después de tres jornadas de trabajo continuado. Era un sábado límpido, de cielo despejado e intensamente azul. Gamas de colores vívidos y contrastados lo llenaban todo, y todo estaba radiante.

Y más que lo iba a estar. El plan que les había propuesto Tony era irremplazable: visita a algunos lugares de interés imprescindibles de la Ciudad de los Rascacielos y, después, pícnic en Central Park. Todo estaba a tiro de piedra del hotel donde se alojaban, The Surrey, un complejo de apartamentos de lujo cerca del Museo Whitney de Arte Americano, el Metropolitano, Rockefeller Center y Broadway.

Desayunaron, como cada día desde hacía una semana, en su mesa favorita del Café Boulud, perteneciente al hotel y con una estrella de la Guía Michelin. Para Eme, era precioso imaginar cómo, en aquella cafetería, se sentaron, en otros tiempos, huéspedes como JFK, Bette Davis o Claudette Colbert. The Surrey Hotel & Spa es el celoso guardián de los recuerdos fraguados entre sus paredes durante años. Y hace bien su trabajo.

Pero Ella no sólo piensa en la historia del lugar o en la dulzura del té a la canela que se está tomando con John y Stephen. Los tres esperan a su guía de lujo, que está al caer, pero a la mujer le parece que el tiempo no avanza. Ya le es indiferente la blancura de las flores frescas que adornan la mesa y del mantel que la cubre. Sólo tiene ganas de verle.



Unos minutos más tarde, ya es la hora. Un destello azul, tanto como el que muestra el cielo, inunda sus ojos. Curanaj ha llegado, envuelto en una chaqueta de esa tonalidad y con la soltura vital a la que ella se había acostumbrado en poco tiempo. La besa en la mejilla, con los labios atrevidamente próximos a su boca, y estrecha después la mano de los dos hombres, que intercambian con él miradas de complicidad que Eme se pierde.

Ese rico saludo la ha impregnado de deseo. Desde ese momento, goza con las extravagancias del Met y con la exploración de los dibujos previos a obras de Hopper, que pueden observar a conciencia en el Whitney; incluso llega a extasiarse paseando por el complejo construido por la familia Rockefeller, donde se encuentran algunas de las boutiques más lujosas de Nueva York y también teatros de gran reputación de la ciudad, como el cinematográfico Radio City Music Hall.

Sin embargo, ni tanto esplendor, ni la deliciosa comida preparada por Tony, de la que dieron cuenta entre el verdor del parque urbano neoyorquino más famoso del mundo, mayor que la Ciudad del Vaticano y Mónaco juntos, le hicieron olvidar en todo el día ese tierno beso casi lujurioso.

Esa caricia, el atractivo trío de acompañantes y sus ansias de vivir con efecto retroactivo la empujaron, una vez más , a hacer algo que nunca había hecho. En esta ocasión, además, con todos los sentidos en guardia.
Sintió de nuevo los abrazos de John, como aquella vez. Sintió los suaves lazos que Stephen anudaba alrededor de sus muñecas y tobillos y la inmovilizaban expectante. Sintió los besos, ya plenos, de Tony.

Sintió sus manos y sus cuerpos. Sintió las miradas de todos, y ella también miró, sin querer perderse nada. Atractivos hombres, en forma, inteligentes hasta la seducción, tratándola como a una princesa ingenua en el camino de descubrir que puede ser perversa. La más perversa. Y que le gusta. Y que quiere repetir.

Tendida en la gran cama, Eme no se siente un juguete y su corazón late desbocado. Entre la tenue luz –que no penumbra– que se refleja en las sábanas, blancas hasta no poder más, de la elegante suite que comparten en The Surrey, la mujer sonríe. Ciertamente, este ha sido un sábado de luz.

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