London Blogging Night

¡Hola!


El relato con el que inauguramos esta aventura se tituló London Bloggin Night y es una historia de amistad con todos los ingredientes de una novela de intriga: una desaparición misteriosa, un personaje siniestro, pasiones, miedos e incertidumbres. Puedes encontrar los 47 capítulos en el archivo.


Ahora iniciamos una Isla de Relatos (casi perversa) donde intentaremos contar historias que os evadan un rato, a la vez que os provoquen. Queremos que paséis un tiempo, sea el que sea, pero que sea memorable.



Patricia & Isabel


jueves, 22 de agosto de 2013

Capítulo 23: Septiembre a ritmo de The Police

Llegó septiembre como se fue agosto...sin noticias de Eme, y parecía ser yo la única que notaba su ausencia. Cada vez que planteaba mi extrañeza por la imposibilidad de contactar con ella, la gente me miraba como si fuera una persona posesiva y controladora, algo que en mi calidad de hermana mayor, no resultaba demasiado descabellado. Pero no, yo sabía que no era normal esa desconexión por parte de Eme. A pesar de parecer una excéntrica e independiente mujer de treinta-y-todos, tenía una necesidad imperiosa de compartir con el mundo sus secuencias vitales.

Decidí por fin, ir a visitar a Guille y abordar el tema en modo "Defcon1", es decir, como una situación de alta gravedad y urgencia. Como compañero de piso debía estar tan o más sorprendido que yo por la aparente evaporación de nuestra amiga, sobre todo cuando recibiera las notificaciones de pago de cualquier gasto común. Parecía que Guille y yo éramos las únicas personas que echábamos en falta a Eme lo que me entristeció profundamente. Eme no se merecía tal indiferencia por parte de su familia, especialmente la de su madre a quién a pesar de todo, respetaba y admiraba a partes iguales.

Quedé con Guille en la terraza interior del Fragments café, una de mis 'mecas' en Barcelona a la que presentaba mis respetos cada vez que tenía ocasión. Guille apareció morenísimo, impecablemente vestido y con el pelo más largo de lo normal. Colgaban de su pechera unas gafas Ray-Ban azul eléctrico con los cristales de espejo que eran el último grito, especialmente entre la comunidad gay. Su metro ochenta y cinco y complexión atlética hacían que su planta fuera merecedora de un premio nacional de arquitectura. Su acento argentino situaba el canto de sirenas la altura de la música de una atracción de feria. Tras un primer intercambio de frases cordiales, a modo de peloteo, no esperé a tener nuestras Moritz delante para abordar el tema, sin preámbulos.

- Eme está ilocalizable y sé que hay algún motivo raro e inexplicable para ello.- Sentencié.

Guille no se inmutó, es más, me respondió con un passing shot paralelo sin dudarlo. - Llevas razón Sab. Llegué de Milán hace unos días y me extrañó no tener un mensaje suyo, la verdad. No te negaré que me sorprendió. ¿Qué crees que le pasa?

- No se. Al principio pensé que se trataba de un enfado. Nuestro último día en Londres no fue precisamente un camino de rosas. Le envié varios mensajes antes de llamarla pero su número me dio dio error, fuera de cobertura o algo tan absurdo como que el usuario había dejado de ser el titular de la línea... ¿Te lo imaginas? ¡Eme, que llevaría tatuado su móvil si además de adornar su piel consiguiera transmitir datos!

Me preguntó acerca de nuestro viaje a Londres y repasamos juntos la secuencia de acontecimientos. Le conté su ofrecimiento de quedarnos unos días más en la capital británica, que yo rechacé, y las ganas que ella tenía de hacerlo. Me sinceré acerca de mi indignación por su falta de escrúpulos en el plano sentimental, que la ponían en jaque ante personajes de dudosas intenciones. Sobre mi sensación de estar "sobre protegiéndola" a la vez que celosa de su determinación. Guille me escuchaba con atención, sin mirarme, mientras arrancaba con delicadeza la etiqueta de su Moritz. Me quedé callada unos minutos para recobrar el aliento tras la crónica y esperé impaciente la réplica de mi acompañante. Guille sorbió un trago de cerveza con la mirada perdida en algún punto en el que buscaba, seguramente, la inspiración para una respuesta calmada y reflexiva. Me sentía como si fuera a escuchar el veredicto de un jurado popular tras haber sido acusada de "comportamiento irresponsable y egocéntrico" al haber abandonado a su suerte a una amiga. 

¡Por dios Guille, dime algo aunque sea que soy la peor amiga de Eme que conoces!. Le grité.




Fue en ese preciso instante, en ese momento en el que la ansiedad había envuelto el ambiente hasta casi absorber el oxígeno, en esa décima de segundo que de haberse multiplicado hubiera congelado la imagen, fue en ese fragmento vital, cuando sonó Every Breath You Take en el móvil de Guille. Era la canción favorita de Eme y el tono que le tenía asignado en él.

45 días después, una tarde de septiembre sin mayor pena ni gloria, en el Fragments café, Eme llamó a su compañero de piso Guillermo Levitt antes que a su hermana amiga de sangre Sabela Martín. Esa secuencia, que nada tenía que ver con un orden cronológico u ortográfico, me mató de la forma más cruel y dolorosa que podía imaginar, clavándome el puñal de la indiferencia.

Creo que Guille tardó unos segundos en reaccionar porque acabó de leer ese párrafo en mi pensamiento. Empezó a buscar el teléfono en su chaqueta con toda la pesadumbre que su conciencia le había generado tras entender mi sentimiento, y finalmente descolgó. - Eme, Eme...¡¡¡al fin!!! ¿Dónde estás? No hubo respuesta a esa pregunta. Y no apartó el teléfono de su oreja hasta haber confirmado la situación. - Se ha cortado,....o la han cortado...Sabela. No la he podido escuchar siquiera ...

Me dio tal vuelco el corazón que pensé hasta que se me había desencajado. Las pupilas de la cara que tenía delante se habían dilatado hasta tal punto que parecían la luna llena provocando un eclipse ocular. Las manos de Guille estaban sudorosas y todavía temblorosas. Haciendo un esfuerzo por sobreponerse, dejó en móvil en la mesa y me abrazó. Ambos sabíamos que algo no iba bien...

Me levanté para ir al baño y refrescarme la cara, lo que hice con parsimonia mientras me miraba al espejo. Había aprendido que el siguiente paso tras identificar una situación de crisis consistía en evaluar los daños, analizar los datos disponibles y diseñar una estrategia para abordarla. Eso es lo que iba a hacer, así que me sequé las lágrimas confundidas con el agua y regresé a la mesa.

Parecía qué Guille había estado sobre expuesto al haz luminoso de 1500 flashes, porque además de lívido estaba ¡impávido!. Me disponía a preguntarle qué le había pasado cuando me acercó la pantalla de su móvil a la altura de la nariz hasta que la pude ver con nitidez. Era un whatsapp de Eme. "NY. Ven a por mí. Miedo".

Me senté antes de dejar que el peso de mi cuerpo se desplomara y plegara en modo acordeón. Toda la fuerza y confianza que había ganado en el baño se había esfumado por el respiradero del Fragments café.

Lo que aconteció seguidamente fue el guiño de una vida que, siendo femenina, no deja de sorprenderme por sus quiebros. La camarera se acercó a decirnos si nos importaba cambiar de mesa puesto que esa la tenía reservada. Que lo sentía mucho pero que por un problema en las reservas habían dado la misma mesa a dos clientes. Que nos enviarían un whastapp con un servicio compensatorio en unos breves días pues sabían que yo era cliente asidua. En ese mismo instante sonó de fondo, en el Fragments café, "Message in a bottle", de Sting. Septiembre se iría, cuanto menos, de forma distinta a la que empezó, con las primeras noticias de Eme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario