London Blogging Night

¡Hola!


El relato con el que inauguramos esta aventura se tituló London Bloggin Night y es una historia de amistad con todos los ingredientes de una novela de intriga: una desaparición misteriosa, un personaje siniestro, pasiones, miedos e incertidumbres. Puedes encontrar los 47 capítulos en el archivo.


Ahora iniciamos una Isla de Relatos (casi perversa) donde intentaremos contar historias que os evadan un rato, a la vez que os provoquen. Queremos que paséis un tiempo, sea el que sea, pero que sea memorable.



Patricia & Isabel


sábado, 21 de septiembre de 2013

Capítulo 25: El circo de las sensaciones

Las secuelas del amor todavía se hacían notar en mi cuerpo. Parece que los excesos, cuanto más placenteros, más veneno te inyectan. Curiosa paradoja. A cada movimiento de mis músculos se aparecían en mi memoria las imágenes de una noche que bien podía haber sido la representación de 'El jardín de las delicias', de El Bosco. Mezcla de fantasía, erotismo y magia, los poros de mi piel transpiraban una extraña sustancia adictiva desconocida para mí. La propuesta inicial de John Essol sólo fue la receta de un menú degustación de sensaciones.
_ Esta noche es para aquellas almas atrapadas en cuerpos diseñados para el pecado. Me gustaría invitarte a compartirla con nosotros. ¿Te atreves, Eme?. Esas palabras directas y desprovistas de encajes, sirvieron para seducirme y despertar mi interés. Contenían más carga lasciva que poética pero no dejaron de embaucarme tal y como pretendían.
_ Claro que me atrevo, John. ¿Cuál es el programa?. Contesté intentando mantener la mirada firme para no transmitir mis dudas e inseguridades.
_ Vamos con Tony y un grupo de amigos suyos a la fiesta del tercer aniversario de Cirque le Soir, en la Fifth Avenue. Es de aquellos eventos que esconden en su enunciado una intencionalidad contraria a lo que podrías imaginar. Lo de menos, Eme, serán sus tres años de vida, créeme.
Recién llegados de Londres, los chicos del Cirque le Soir eran la versión adulta de la compañía de entretenimiento artístico Cirque du Solei. Se trataba de una propuesta de espectáculo circense que fusionaba el mundo del circo con el del mundo de la noche. No pertenecías al selecto grupo de vampiros sociales si no habías ido a una de sus fiestas. Y, por supuesto, yo no lo era todavía.
_ Si vienes con nosotros, Eme, vas a tener que dejar todos tus prejuicios en esta habitación y estar dispuesta a experimentar. Las pupilas de John se dilataron hasta convertirse en dos agujeros negros con los que ejercía su atracción sobre mí. Ni siquiera la luz podría haber escapado de ellas. Quedé atrapada en esa masa densa y oscura, hipnotizada y sometida a su poder. Tenía el ansia y curiosidad por conocer lo desconocido. Sentía la sed y excitación de los placeres prohibidos.



Llegamos a media noche al club 230 Fith en la Quinta Avenida con la calle 27, uno de los locales más in de la noche neoyorkina. La entrada estaba repleta de personajes extraños, con maquillajes exagerados y ropas de fantasía. Yo, que apretaba la mano de John como si fuera una tabla de salvación, esperaba integrarme en ese ambiente siniestro adoptando una postura altiva y soberbia que hiciera creíble mi falsa seguridad. Toni salió a recibirnos en la entrada reservada para Vips. Estaba realmente atractivo con una camisa negra y pelo engominado a conjunto. Iba acompañado por una joven de la que puedo recordar tan sólo los tres metros de piernas, perfectamente equilibradas, la derecha con la izquierda. Qué digo tres...quizá fueran cinco!!! A pesar de su acompañante, al verme Toni se acercó como depredador que se acerca a su presa y me abrazó por la cintura antes de besarme. Fue un beso de los que sellan los labios y que sorprenden por su intensidad y fuerza, a la vez que por lo poco previsible de su modalidad. Los demás pacieron encontrar ese recibimiento de lo más natural porque la de las piernas kilométricas y John lo imitaron a la perfección.

Nos ubicamos en el ala exclusiva de la gran terraza, donde todo lo que acontecía estaba preparado para unos pocos y donde la utilización del plural excluía a una gran parte. El privilegio es una de esas concesiones que puede concederse sin atención a los méritos propios y ese era nuestro caso. El espacio estaba separado del resto de la sala con unos tules granates y negros con el logotipo de la compañía Cirque le Soir en dorado. Me pareció algo bastante convencional para las expectativas que generaba el ambiente. Lo que sí me sorprendió fue la falta de obstáculos, sin sillas ni sillones, sin mesas, ni mesillas. Un par de barras en el centro de la sala y poca cosa más. Pensé en que la de las piernas kilométricas iba a pasarlo mal aguantando tanta longitud sin posibilidad de plegarla.

En un momento dado, surgieron de la nada un grupo de delicadas muñecas ataviadas con un vestuario esperpéntico. Llevaban los ojos maquillados con sombras negras exageradas y labios a tono, como queriendo destacar el lado oscuro de un personaje circense. El espectáculo comenzaba con un baile acrobático, en su inicio inocente pero que, poco a poco, fue subiendo en intensidad y sensualidad. Contorneos femeninos, roces corporales, curvas recorridas, ropas sudorosas, melenas enredadas, bocas devoradas, cuerpos extasiados, deseos provocados... He de reconocer que la temperatura de mi cuerpo subía con la visión de esas musas y que conforme pasaba la noche iba alejándome de mi Yo consciente para adentrarme en mi Yo inconsciente. Toni y John asistían a mi particular metamorfosis complacidos. Los planes que tenían reservados para mí requerían esa versión de Eme entregada y abandonada.

Era la primera vez que accedía a compartir entre varios dadores, a recibir placer por triplicado, a dar, sin distinguir a quién daba. La primera vez en la que probé los labios de una mujer y rocé un cuerpo femenino que no era el mío. La primera vez en la que alteré mi percepción de la realidad con sustancias alucinógenas. La primera vez que participaba en una fantasía sexual común, que nada tenía que ver con amor romántico. La primera vez en la que el placer me hizo subir tan alto que me provocaba vértigo.

Ahora yacía exhausta. La luz natural bañaba una estancia que todavía estaba impregnada del aroma de la sexualidad. Mis pensamientos recorrían un laberinto de imágenes grabadas en sus muros serpenteantes. No sentía arrepentimiento, al revés, una extraña adrenalina adictiva.

Sonreía traviesamente cuando escuché la voz de John...

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