London Blogging Night

¡Hola!


El relato con el que inauguramos esta aventura se tituló London Bloggin Night y es una historia de amistad con todos los ingredientes de una novela de intriga: una desaparición misteriosa, un personaje siniestro, pasiones, miedos e incertidumbres. Puedes encontrar los 47 capítulos en el archivo.


Ahora iniciamos una Isla de Relatos (casi perversa) donde intentaremos contar historias que os evadan un rato, a la vez que os provoquen. Queremos que paséis un tiempo, sea el que sea, pero que sea memorable.



Patricia & Isabel


martes, 20 de mayo de 2014

Capítulo 35: El otro cuento de las mil y una noches

Aquel hombre al que conocí las primeras semanas de mi estancia en Dubái, iba a resultar una pequeña tregua en mi penosa existencia, hasta que mis raptores decidieron cambiar el escenario de mi esclavitud. Sin embargo, en el país de la artificialidad y la grandilocuencia, hasta la libertad tiene un coste muy alto y yo lo pagué por encima de mis posibilidades.

Pierre Dutroy, al que llamé siempre por su apellido para mantener la distancia si no física al menos formal, hizo que olvidara mi condición de objeto sexual a pesar de que estuvo pagando y haciendo uso de ella sin prejuicios. Tenía el suficiente aplomo financiero y social como para actuar según su voluntad, además de 50 años de experiencias que le avalaban. Su solvencia, en términos económicos y de personalidad, le hacía irritable pero a la vez tremendamente cautivador.

Desde la ventana de la planta 123 del Burj Khalifa intentaba alcanzar la parte más lejana del horizonte para llegar hasta el recuerdo de Sabela cuando el Sr. Dutroy interrumpió mi metafórico viaje.

- Eme, vístete. Quiero que me acompañes a una reunión.

- No entra dentro de mis funciones, Sr. Dutroy. Contesté sin apartar la mirada de la ventana.

Hizo como si no me escuchara y continuó sus instrucciones.

- Quiero que te pongas este vestido, discreto y elegante. Una mujer como tú puede desviar la atención de cualquier profesional de negocios. La reunión de hoy es muy importante para los míos.

- No voy a ponerme ningún vestido Sr. Dutroy. No entra dentro de mis funciones. Insistí en tono impertinente, a la vez que desinteresado.

Tras haberle contestado, sentí una presión dolorosa en mi brazo derecho y en cuestión de segundos mi cuerpo giró involuntariamente 180 grados. Las manos de Pierre me agarraron con fuerza y casi escupiéndome de rabia me espetó: Te doy 30' para hacer exactamente lo que te he dicho o te devolveré a la jaula de oro de la que te he sacado.



Tenía razón. Salía de la habitación de lujo de un palacio que no podía disfrutar. El exterior contenia aire puro, aunque tuviera casi que pedir permiso para respirar. Sopesé las alternativas y con el miedo metido en el cuerpo asentí. Se alejó con pasos firmes marcando con cada uno de ellos el ritmo de su autoridad. Yo rompí a llorar temiendo que mis ojos se hincharan tanto que ni el maquillaje pudiera disimularlo.

A la hora marcada y acicalada como se me pidió, accedí al hall del hotel sintiendo millones de ojos espías apuntándome por todos los rincones. Pensé en la posibilidad de echar a correr, escapar sin mirar atrás rezando para que nadie me alcanzara, pero el miedo se había apoderado de mí invadiendo todos mis órganos vitales y el pronóstico era reservado.

La reunión era con Mohammed al Martum, un influyente y exageradamente rico jeque árabe. Según me contó Pierre en el camino, Mohammed al Martum debía su fortuna a la posesión de prolíferas empresas más que a la tenencia y comercialización de lámparas mágicas. Era un líder influyente en la comunidad que mantenía su hegemonía gracias a un carácter visionario y atrevido. Decían de él que jamás utilizaba la palabra "imposible" y que si un miembro de su equipo la utilizaba alguna vez, era automáticamente despedido. Estaba casado con una bella princesa árabe pero en su cama yacían cuatro mujeres más. De su educación en Inglaterra importó su afición por los caballos y el golf, además de importantes contratos comerciales que le habían dado muy buenos rendimientos económicos. Actualmente, estaba entrando en el plano de la esfera política lo que le otorgaba, además de riqueza, poder. Ambas cosas, dinero y poder, era lo que Pierre Dutroy más ansiaba y envidiaba de este protagonista. Enseguida entendí la importancia de la reunión que íbamos a mantener.

¿Habían pasado cuatro horas o cuatro días?. Apenas abrí los ojos empecé a recordar. Por mi parte, había intentado mantenerme fiel al papel que representaba. Había levantado a mi alrededor fuertes muros de contención emocionales que impidieran su desbordamiento. Había bloqueado con códigos imposibles de descifrar todos mis sentidos para no sentir ni padecer. Había memorizado un discurso aséptico que iba a reproducir como quien conecta el hilo musical. Sin embargo, a pesar de todas estas medidas, el Sr. Dutroy consiguió colarse por el perímetro de seguridad y, saltándote todas mis barreras, accedió al cuadro de mandos de mi persona haciéndose con el control. Lo que empezó siendo un cliente pasó a ser proveedor. Lo que parecía mimetizarse con la artificialidad de entorno, fue adquiriendo tintes de relación destructiva, de dependencia. Ellos hablablan de negocios, yo aguardaba a ser preguntada para responder.

- Eme, me gustaría que pudieras agradecer la hospitalidad con la que nos han tratado. Esa fue la frase que dio por finalizada la reunión de negocios y dio paso a mi pérdida de conciencia. Los mandos los llevaba Pierre Dutroy y me entregó a los brazos árabes de un jeque que, a cambio, iba a aportarle un interesante contrato. En el intercambio de bienes estaba mi cuerpo.

De vuelta a mi jaula de barrotes de oro, la supuesta tregua para respirar oxígeno puro me arrebató una porción más de mi dignidad. "Dubái y el otro cuento de las mil y una noches". Pensé en la magia de Aladino y de su lámpara. Y en los tres deseos. Y en Sabela. Y en mí.

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