London Blogging Night

¡Hola!


El relato con el que inauguramos esta aventura se tituló London Bloggin Night y es una historia de amistad con todos los ingredientes de una novela de intriga: una desaparición misteriosa, un personaje siniestro, pasiones, miedos e incertidumbres. Puedes encontrar los 47 capítulos en el archivo.


Ahora iniciamos una Isla de Relatos (casi perversa) donde intentaremos contar historias que os evadan un rato, a la vez que os provoquen. Queremos que paséis un tiempo, sea el que sea, pero que sea memorable.



Patricia & Isabel


domingo, 22 de febrero de 2015

Capítulo 43: Así empezó todo...

A raíz del penoso incidente del verano de 86', los padres de Guille fueron investigados y como consecuencia, señalados por los medios de comunicación. Su vida dejó de ser privada en el sentido estricto y varios trapos sucios de la familia fueron aireados a los cuatro vientos. El hecho de haber aparecido amordazados pero sin lesiones graves ni robos escandalosos, invitaba a la especulación. El origen poco frecuente de los atracadores, algún país del este de Europa, en unos años, los 70, donde las peores mafias eran de la zona, aumentaba el interés social. Después de años de pugnas y cuchilladas, casi 70 años de franquismo, 35 años de dictadura militar, parecía que este caso con tintes de telenovela, iba directo al estrellato mediático. Los padres de Guille fueron acribillados por los disparos letales de los cotilleos, asfixiados con los dañiños gases de los rumores y condenados por el jurado popular del vecindario. No levantaron cabeza durante años y Guille sufrió directamente las consecuencias del escándalo. En el colegio y en el barrio fue víctima de toda clase de vejaciones.

Tenía entonces 16 años y estaba perdidamente enamorado de una chica manipuladora, egoísta y tremendamente atractiva, su mejor amiga Eme. Obviamente, dichas circunstancias resultaban del todo incómodas e inoportunas para alguien que aspiraba a ser el centro de atención de una joven. Perdió todo su glamour, todo el interés para ella. Guille cayó en el olvido, peor aún, en el exilio sentimental de quien dirigía su vida. Con el paso de los años, tal fue el daño que le causó todo, que se abandonó. Sucumbió al placer de la recompensa fácil. Empezó la búsqueda desesperada de cariño sustitutivo y vacío en brazos ajenos, sin importarle ni su oficio ni beneficio.

Dejó los estudios para probar las mieles más adictivas. Y lo probó todo, con permiso de su conciencia, de repente anulada. Hasta lo de olvidar a Eme amando, por despecho, a otros hombres.
Uno de esos hombres, a los que compró el cariño previo pago de una sustanciosa cifra, se lo presentó el apuesto galeristas londinense Steven Avery en una fiesta para artistas emergentes. Fue una auténtica relación carnal entre dos seres, que justificaba su romántica desdicha. Guille sentía que deambulaba por la vida de la misma forma que lo hacía por los torsos masculinos en los que dejaba tatuado su rencor. No recordaba apenas sus nombres, sí la persistente aparición de la figura de Eme en todos los momentos de delirio que ni siquiera el vicioso deseo podía difuminar.

Entre este denso y cargado ambiente pasó sus años de juventud hasta que, tras quedar superado por tanta adición, decidió repartir la baraja de una nueva partida estrenando las cartas. Guille se había convertido en un hombre con suficientes historias en la espalda como para ser ya su propio crupier.

Había heredado la inteligencia y avidez de su madre y la capacidad de seducción de su padre. Viró el rumbo de su vida hacia la universidad y se matriculó en ingeniería industrial con el objetivo de determinar, diseñar, especificar y analizar los sistemas (en sentido amplio del término), y así poder predecir y evaluar sus resultados. Él quería adelantarse y controlar lo que todavía no había acontecido y, obsesionado como seguía por el amor de juventud, Eme, le obsesionaba la idea de dar con ella y vengar tantas heridas.



El destino tiene caprichos que concede a los más obsesivos o guiños que hacen recuperar la visión a los más bizcos. Quiso a Guille concederle un respiro y tras una larga espera le brindó su tan ansiada Eme.

Fue un 8 de marzo de 2007, recién estrenados los 37. Él estaba trabajando en una multinacional de telecomunicaciones y ella estrenaba la gestión de la cuenta publicitaria de dicha empresa después de haber ganado un concurso con la agencia 'London Blogguin Night'. Se vieron las caras, después de aquel fatídico verano del 86', en la presentación de los nuevos partners empresariales.

_ ¿Guillé?. Eme reconoció ese rostro de adolescente, endurecido con los años pero con el mismo aire despierto. ¿Qué sorpresa encontrarte aquí?

Guille disimuló su asombro y sonrió hacia sus adentros devolviendo con complicidad ese gesto del destino.

_ ¡Hola Eme, qué ilusión verte! Estás igual que hace...cuántos... 21 años? La pregunta bien podía haber sido retórica porque sabía perfectamente el tiempo que hacía que no veía a Eme: 20 años, 5 meses y 23 días.

_ ¡Qué va! Por suerte para mí, el paso de estos años me ha traído algunas arrugas pero se ha llevado a cambio las espinillas de juventud. ¡No sabía que trabajabas aquí!. Estás en la presentación?

 _ No, no... Salía de otra reunión y te he visto. Podría reconocerte entre un millón de personas. Sigues hablando con las manos y moviendo el cuerpo como si tuvieras cuerdas vocales en él.

_ Ais, tú siempre tan poético! ¿Tomamos algo después de la presentación? Tendremos que ponernos al día. ¿Te va bien?

Guille estaba ansioso por estar a solas con ella, como mucho con una copa de una relajante mezcla. Se hubiera abalanzado desde ya sobre ella en un ataque corto y potente, pero debía contenerse. Ella debía sentir lo que él había sufrido: exilio, abandono, dolor, frustración, en el momento y forma adecuados.

Con sarcasmo respondió: _ Claro, encantado. Tengo muchas ganas de saber qué tal te ha tratado la vida y cómo le has devuelto el favor. Guiñándole el ojo le entregó su tarjeta y añadió _ Llámame a este móvil cuando estés libre. Mientras, reservaré una mesa para dos.

Horas después estaban sentados en la terraza Martínez, un rehabilitado restaurante de Barcelona, antigua sede de unos estudios de televisión y nuevo destino gastronómico de foodies en la ciudad condal. Guille percibió desde el primer instante que su acompañante apreciaba los detalles y seguía teniendo un gusto exquisito.

Eme apenas dejó que el incómodo silencio se hiciera un hueco entre los dos. Guille escudriñaba a su acompañante hilvanando con perverso mimo los puntos que acabarían diseñando su estrategia. Mientras escuchaba con atención, ideaba la forma de ponerla en contacto con su amigo Steven Avery y averiguar si podía hacerse algo con ella en la sofisticada y clandestina red de intercambios. El afán de protagonismo de la mujer y su ambiciosa visión del trabajo lo hicieron posible.

_ Guille, mi agencia quiere presentar en el hotel Me de Londres la campaña internacional de su empresa. Estamos trabajando para que sea en unos meses, antes de verano. Antes tengo que encontrar piso por aquí par prepararlo todo. Pero eso es otra historia que ya te contaré. En cualquier caso...queda tiempo pero sería genial que coincidiéramos allí. Iré con Sabela, ¿la recuerdas? ¿Qué dices? ¿Podrías?

Había sido fácil. La historia empezaba a escribirse desde ahora y ella, sin saberlo, iba a ser la protagonista.

Aún así, Guille la negó, cual Judas. _ No creo que esté disponible pues me voy unos meses a trabajar fuera. Sin embargo, conozco a alguien Londres que quiero que conozcas. Ya hablaremos de ello más adelante. A lo del piso... Vivo en uno muy grande y, como te digo, me voy fuera un tiempo. Si quieres, puedes instalarte hasta que te parezca.

Guille no podía haberlo tenido todo más de cara, ahora que tenía en el espejo de su rencor la de su "amiga" reflejada. Acabarían por compartir piso, lo sabía. Y mientras tanto, le serviría una nueva copa del Rioja para brindar consigo mismo y con el destino por ello.

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